Fragmentos de una enseñanza desconocida – CAPÍTULO XIII
«De repente, como por arte de magia, habían dejado de comprenderlo todo y empezaron a ver en todo lo que decía G. una falta de comprensión, y de parte de los otros miembros de nuestro grupo una falta de simpatía y de sentimiento. Nos asombró mucho esta actitud que habían tomado con respecto a nosotros, no se sabe por qué, al principio desconfiada, sospechosa, luego, abiertamente hostil, llena de acusaciones extrañas y totalmente inesperadas.
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Simultáneamente G. mismo había «cambiado por completo», ya no era en absoluto el mismo de antes. Se había vuelto duro, exigente, desprovisto de toda cordialidad, ya no manifestaba el menor interés por las personas, había cesado de exigirnos la verdad, ahora prefería tener alrededor de él a personas que tenían miedo de hablarle francamente, hipócritas que se echaban flores unos a otros mientras se espiaban por detrás.
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—¡Qué apreciación tienen ellos del trabajo! dijo. ¡Y qué miserable idiota soy yo a sus ojos! ¡Como si fuera tan fácil engañarme! Ustedes ven que ellos han cesado de comprender lo más importante: en el trabajo, al maestro no se le puede engañar. Esta ley es una ley que deriva de lo que hemos dicho sobre el saber y el ser. Si quiero, puedo engañarlos. Pero ustedes no me pueden engañar. Si fuera de otra manera, no tendrían nada que aprender de mí, y sería yo quien tendría que aprender de ustedes.
—¿Cómo podemos hablarles y cómo podemos ayudarlos a regresar al grupo? preguntaron algunos de nosotros.
—No solamente no pueden hacer nada, dijo G., sino que ni siquiera deben intentarlo; con tales tentativas, destruirían la última posibilidad que ellos tienen de comprender y de verse. Siempre es muy difícil regresar. Esto debe ser el fruto de una decisión absolutamente voluntaria, sin persuasión o coacción de ninguna clase. Comprendan que cada habladuría sobre mí y sobre ustedes era una tentativa de auto justificación, de echar la culpa a los otros a fin de probarse a sí mismos que tenían razón. Esto significa que se hunden cada vez más en la mentira. Esta mentira puede ser destruida, pero sólo puede serlo a través del sufrimiento. Si ayer les costó trabajo el verse, hoy les será diez veces más difícil.»
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Por el solo hecho de sus restricciones o de su desconfianza con respecto a cualquier idea que sea, fabrican de inmediato algo de su propia cosecha con lo cual lo substituyen. Y comienzan las «brillantes improvisaciones» — estas son nuevas explicaciones o nuevas teorías que no tienen nada en común con el trabajo ni con lo que yo he dicho. Se ponen a buscar errores y faltas en todas mis palabras, en todos mis actos y en todo lo que dicen o hacen los demás. A partir de ese momento, yo comienzo a hablar de cosas que ignoro y de las cuales no tengo la menor idea, pero que ellos mismos saben y comprenden mucho mejor que yo; todos los otros miembros del grupo son locos, idiotas, etc., etc.»
Muchas personas son un claro ejemplo del amor a uno mismo, de ese amor narcisista que no quiere pagar costo alguno, intentando quedar bien con dios y con el diablo con tal de no perder un gramo de adulación por ser queridos. La peor de las burguesías es la burguesía del alma, donde la diplomacia es la herramienta que utiliza el cuerpo emocional para mantenerse a salvo de las verdades del Ser.
«…Pero ustedes no me pueden engañar. Si fuera de otra manera, no tendrían nada que aprender de mí, y sería yo quien tendría que aprender de ustedes…»
Estas son las frases de Gurdjíeff con las que tenía grandes acuerdos y tambien grandes desacuerdos. Acuerdo en esto: «…Pero ustedes no me pueden engañar. Si fuera de otra manera, no tendrían nada que aprender de mí…» Y desacuerdo en esto: «…y sería yo quien tendría que aprender de ustedes…»
Pues siempre aprendemos siendo alumnos o maestros. La vida es un continuo aprender como estarán de acuerdo, y decir que el maestro no tiene que aprender del alumno me sonaba muy soberbio. Cuando uno lee y ve las energías, ya no puede ser engañado, pero tiene mucho que aprender de aquellos que intentan engañarlo. Luego, ajustando un poco más la tuerca, uno comprende lo que quiso decir Gurdjíeff con esta frase, y con muchas otras más de las que en su momento no estuve de acuerdo. Recién en un nivel superior se puede decodificar ese conocimiento, pues como el alumno aprende todo del maestro, luego el maestro también aprende todo del alumno, y es entonces cuando el maestro se centra en lo que enseña y no también en lo que aprende. Hay un conocimiento del conocimiento, más allá de la información del conocimiento, donde lo incomprensible toma sentido y los desacuerdos de antaño desaparecen, porque se logró ver lo que ocultaban las palabras y las frases del maestro, se decodificó la trama del conocimiento que escondían y se pudo liberar de uno de los escollos más grandes del aprendizaje, la soberbia del alumno creído maestro. Interpretar el conocimiento desde la sabiduría del que lo imparte, es descubrir su espíritu e interpretar su Ser.
Mas luego llegan los que intentan sorprender y agradar al maestro, primero con dulces manzanas, luego con exagerada adulación, y finalmente con extrema rebeldía, intentando mostrar que ellos están a la altura de las circunstancias y merecen la atención y aprobación del maestro sobre todos los demás. El maestro primero los mira con ternura, es paciente y permisivo, pero luego cuando ve que ellos no comprenden, y siguen en su inconsciente y necia postura, tiene que tomar acciones para ponerlos en su lugar, y ejecuta. Son muy pocos los que vuelven al pupitre luego del duro accionar del maestro, por lo general su ego rebelde y caprichoso hace que salgan corriendo insultando al maestro y despreciando todo lo aprendido. Es entonces cuando el maestro comprende aquello que alguna vez fue antagónico a su pensar, que no todos los alumnos está preparados para aprender y menos para enseñar, porque aún son probabilidades dentro de la generalidad, y aunque se crean particularidades de la creación con derecho a privilegios, no demuestran más que lo que son, unos caprichosos y enfadados niños demandando especial atención.
Por suerte, no soy maestro, soy solo un simple comunicador que intenta aprender a comunicar, y aunque a veces me siento defraudado, cansado, agobiado y herido, no estoy vencido, y cada piedra lanzada por aquellos niños caprichosos, la utilizo como escalón para subir aún más alto y ver más allá del horizonte quienes vienen y quienes se van. Hoy fue un gran día, fragmentos de pensamientos se agolparon en mi mente, enseñándome y aprendiendo que las piedras lanzadas por esos furiosos niños, sirven también para construir magnificas escaleras.