En la década de 1980 teníamos un ejercicio llamado “el banquillo”. Este consistía en sentar a uno de los miembros del CIFE en “la silla de la miseria”, un lugar donde el acusado era increpado, expuesto y humillado por el resto de miembros que le mostraban su patética personalidad virtual, diciéndole a boca de jarro, todas las miserias que veían en él. Era un ejercicio crudo y muy duro para todos, donde los egos acusaban y se defendían con mil argumentos realmente patéticos, queriendo justificar lo injustificable y defender lo indefendible. Lo interesante de este ejercicio era que muchas veces las acusaciones eran proyecciones del mental espejo de los acusadores, y era en ese preciso momento donde el ejercicio se ponía realmente interesante, pues algún acusador, sin siquiera percatarse, pasaba a ser el acusado ocupando el banquillo que antes ocupaba el otro.
Generalmente estas reuniones terminaban muy mal y finalizaban con todos los participantes ofendidos y peleados, pues los egos no tienen buen humor cuando se trata de miserias y no les gusta que otros egos, tambien miserables, se las muestren, pues tendrían que reconocer tanto unos como otros, que son unos patéticos idiotas que intentan parecer conscientes y justos cuando solo son unos inconscientes e injustos egos protagónicos queriendo sobresalir sobre los demás.
En la quedada siguiente todos habían trabajado lo sucedido y se exponía desde la postura más objetiva posible, las apreciaciones y conclusiones de cada uno respecto a lo sucedido. Generalmente esa reunión posterior era muy productiva para todos, pues luego de la fisión inicial, siempre llega la fusión posterior unificando nuevamente todo lo fragmentado, pero esta vez, mejor parados, más conscientes y reconociendo los egos que antes se desconocían. Tener el control de nuestra personalidad virtual, yoes y egos, es tener el control de nuestros pensamientos, palabras y actos, logrando así, tender hacia la coherencia e impecabilidad. Si pudiéramos estar continuamente en el banquillo observando nuestras miserias, sería mucho más fácil transformar el plomo en oro, pues seríamos implacables con nosotros mismos cuando descubriéramos algún ego miserable que intenta prevalecer sobre los demás. Igual hay que estar muy atentos, pues ya sabemos que el ego se disfraza de Ser y nos convence que los equivocados son los otros, subiéndonos a un pedestal de soberbia y superioridad de la falsa consciencia, que indefectiblemente terminará en tragedia perdiendo un universo en un instante.
Por mi parte, intento siempre exponerlos a ustedes mismos para que se observen, sentándolos en ese banquillo para así mostrarles que pueden ver sus miserias si no las ocultan tras la cortina del ego creído superado, y señalarles sus incoherencias, marcarles sus faltantes, mostrarles sus sobrantes, decirles sus errores, indicarles sus flaquezas y exponer su patética idiotez cuando sus egos protagónicos intentan prevalecer sobre los demás, pero siempre sabiendo que soy yo el mayor de los miserables, que sigo sentado en el banquillo, pues si no fuera así, si me levantara y creyera superado, si no hubiera pasado antes por la silla de la miseria para reconocer mis múltiples egos protagónicos, sería imposible hacer lo que hago, pues hablaría sin saber y todo intento de ayuda sería un total fracaso, una gran mentira, un burdo intento de ser lo que no soy, pues terminaría nuevamente en ese banquillo cayéndome de un pedestal de barro y perdiendo un universo entero antes que me diera cuenta.
Hágase un favor, manténgase sentado en el banquillo y aproveche la oportunidad para ser cada día mejor. Llegará un momento donde el único acusado, acusador y juez, será usted mismo. Entonces será el día que pueda ser realmente verdadero, libre y justo con usted y los demás, y como dijo Rudyard Kipling, ¡serás un Hombre, hijo mío!
ACLARACIÓN
No todas las miserias que vemos en los otros son proyecciones de nuestro mental. Dije: «...Lo interesante de este ejercicio era que muchas veces las acusaciones eran proyecciones del mental espejo de los acusadores…» No generalicen, porque se equivocarán y terminarán confundiendo al acusado con el acusador por considerar solo una de las partes de la ecuación.