Llegaron a media mañana de un sábado de primavera de 1969, justo un par de meses después que el Apolo 11 llegara a la luna, y como el módulo de alunizaje “Águila”, M y Mario se acercaban a su objetivo final donde comenzaría esta fantástica historia.
Entraron por una ventana del patio trasero que daba a la sacristía. La iglesia estaba cerrada y nadie se encontraba en su interior. Recorrieron primero la nave central y las secundarias, luego siguieron inspeccionando el ábside, el santuario, el presbiterio, el altar, el confesionario, los transectos y el ambulatorio por donde ingresaron. Nada descubrieron más que ornamentos y figuras religiosas. Mario le dijo a M:
_Ya revisamos todo. Aquí no hay una puta mierda.
M lo escuchaba sin contestar mientras miraba hacia arriba. Sin bajar la vista y señalando un púlpito elevado en uno de los lados de la nave central, le dice a Mario:
_ Aún falta algo, revisar el ambón.
Buscaron como subir e ingresar al púlpito y no hubo forma de descubrir cómo hacerlo. No había puerta que diera a escalera interna alguna, tampoco escalera externa de ningún tipo, ni forma de llegar hasta la altura donde se encontraba el ambón. Eso desilusionó a Mario pero ilusionó a M, pues era señal de que el púlpito no era púlpito, sino algo que simulaba serlo. Debajo del ambón había un cuadro con motivos que no parecían ser religiosos. Le llamó la atención que no estaba colgado como los otros del vía crucis, sino que parecía empotrado en la misma pared, como un bajo relieve, se apoyó para tocarlo cuando se escuchó un sordo clic, como cuando se gatilla un arma descargada. En ese mismo instante siente un ruido de cadenas y observan asombrados que el púlpito baja hasta el piso como invitándolos a subir, se miran como preguntándose ¿qué hacemos? y sin mediar palabra ingresan a su interior. Otro ruido de cadenas anticipaba que el púlpito se movería nuevamente a su posición original, pero no fue así, sino que como un antiguo ascensor comenzó a descender por un oscuro túnel vertical hasta detenerse varios metros bajo tierra por debajo de la iglesia.
El púlpito se detuvo en una pequeña habitación iluminada tenuemente por unas bombillas de muy baja intensidad, no mas de 15 volt, que recordaban las primeras luminarias de Thomas Alva Edison, y que más que alumbrar, parecían decorar el oscuro y misterioso recinto. Frente a ellos se encontraba un extraño vehículo que se asemejaba a alguna fantástica maquinaria de Julio Verne. M y Mario subieron a su interior y moviendo una palanca con una etiqueta que decía, “adelante”, el fantástico artilugio comenzó a moverse lentamente por medio de un mecanismo de relojería, o quizás por alguna antigua bobina eléctrica de principios de siglo. El tren emprendió su recorrido acercándose peligrosamente a una de las paredes que se abrió para dar paso a la formación cuando esta estaba a punto de colisionar con ella. Como una montaña rusa de un parque de diversiones el tren se deslizó hacia las profundidades de la tierra por un estrecho túnel iluminado solo por la luz que emitía un farol en su parte delantera, un farol que solo conseguía alumbra los primeros dos metros de vías y paredes de piedra de un misterioso tren fantasma del Italpark, desbocado hacia lo desconocido.
Después de un descenso que les pareció interminable el vehículo se estabilizó y comenzó a recorrer una serie de pasadizos tan estrechos como el anterior por donde descendieron. Cruzando puerta tras puerta que aparecía delante del tren veían azorados como la historia iba cambiando tras cada nueva puerta que cruzaban. Mirando por la ventana del vehículo aparecían y veían pasar escenas y paisajes del Buenos Aires de antaño. El bombardeo a plaza de mayo en 1955, la revolución de 1943, la década infame de 1930, la guerra de la triple alianza en 1864, la revolución de 1852, la guerra civil de 1828, la guerra con Brasil en 1827, la revolución de Mayo de 1810, las invasiones inglesas de 1806, la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776, la fundación de Bs.As. por Pedro de Mendoza en 1736, etc, etc,.. Personajes y acontecimientos históricos transitaban frente a sus ojos como si ellos fueran unos observadores o auditores de la historia pasada que algún ministerio del tiempo mandaba a controlar. M y Mario estaban viajando por las puertas del tiempo en un tren secreto que transitaba bajo los cimientos de la manzana de las luces en pleno corazón de Buenos Aires.