El mito de la felicidad
Esto de la felicidad (del latín felicitas, a su vez felix, «fértil, fecundo, vivo, animado») tiene mucho que cortar. Todo el mundo busca la felicidad como si fuera la panacea de sus males, como si fuera la terminación del sufrimiento, el paraíso perdido, el colmo de nuestros sueños, el éxtasis de la vida. La felicidad tiene mucho de mito y algo de realidad, pero seguramente poco tiene que ver con la idea que sobre ella nos han querido inculcar.
A todos nos dicen que tenemos que ser felices, que es lo más, que todo el mundo se lo merece y que no importa cómo pero necesitas ser feliz, alcanzar tus metas, conseguir tus objetivos, darte tus caprichos y pensar mucho en ti mismo para satisfacer tus necesidades y deseos. En verdad que la psiquiatría y los profesionales de lo social han hecho mucho daño lanzando premisas y configurando moldes que más que ayudar confunden y responden a unos intereses partidistas con fines de muy dudosa procedencia.
Incluso en los anuncios de propaganda utilizan el slogan de «tú te lo mereces» o «porque yo lo valgo» para vender sus productos, como si comprando tal o cual objeto o servicio estuviéramos consiguiendo el ansiado estado de la felicidad en pequeñas dosis. El caso es que, aunque pensado racionalmente sabemos que no es así, en la práctica funciona, pues a nivel instintivo y emocional constantemente estamos deseosos de satisfacciones cuando funcionamos como una multiplicidad de yoes en los que cada uno vela por sus intereses sin tener en cuenta al resto.
Todos nacemos con los mismos derechos naturales pero, desmintamos el mito, no todos merecen lo mismo pues entonces no tendría sentido el esfuerzo, el trabajo, la voluntad, la perseverancia, no tendría sentido el estudio, el aprendizaje, el conocimiento, la experimentación y la acción consciente en beneficio de mejorar; igual que no podría operar a un enfermo alguien que no tenga los conocimientos de medicina, ni podría diseñar y construir un gran edificio quien no tenga los conocimientos de arquitectura.
Ser feliz tiene mucho que ver con saber vivir y no con simplemente vivir como a uno le plazca creyendo merecerlo todo por su cara bonita, ser feliz tiene mucho que ver con distinguir lo que importa de lo superficial y no con simplemente perseguir satisfacciones pasajeras, ser feliz tiene mucho que ver con tener respeto y consideración al prójimo y no con conseguir tus fines sin importar los demás o pasando por encima de ellos, ser feliz tiene mucho que ver con ser íntegro y honesto consigo mismo y no con satisfacer cualquier deseo que nos venga en gana, ser feliz tiene mucho que ver al fin y al cabo con manifestar al Ser que somos y no un puñado de yoes contradictorios con sus propios intereses irreconciliables.
Cuando nos sentimos perdidos, confusos y desorientados nos alejamos de la felicidad, cuando nos falta una motivación, una intención y un propósito, nos alejamos de la felicidad, cuando no hacemos según nuestra consciencia nos dicta y que en el fondo sabemos, nos alejamos de la felicidad, porque ésta es consecuencia de un estado de plenitud e integridad. Entonces es la integridad interior la que nos hace ser verdaderos, Ser uno mismo. Es conocer nuestro propósito de existencia y cumplirlo lo que nos hace conscientes, y es la armonía, el equilibrio y la coherencia entre lo que pensamos, decimos y hacemos la que produce la paz y el bienestar que podríamos llamar felicidad (del latín felicitas, a su vez felix, «fértil, fecundo, vivo, animado»).
Ángel .º.
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